Resiliencia

Galería Artespacio y [ex] Galería Stuart
Santiago, Chile

2010

Obras expuestas en Galería Stuart y en Galería Artespacio. Asesoría curatorial y texto de presentación por Mario Fonseca. 





Sobre la resiliencia: dos lecturas 

[Texto para Galería Stuart realizado por Mario Fonseca V.]

Nuestra acuciosa sociedad contemporánea no levanta mucho la vista, hace tiempo ya de esto. Viene dejando –según aquella frase tan pertinente– que su vida pase mientras está ocupada en otra cosa. Absorbida por el devenir cotidiano, los acontecimientos se suceden con su anuencia pasiva y así, de tanto en tanto, se sorprende al constatar algunos efectos de sus propios actos inveterados, tan concretos como una flamante autopista atochada o la banalidad instituida en sus medios de comunicación masiva, por ejemplo. Vuelve no obstante a lo suyo con majadero énfasis, convencida de que esa misma perseverancia obsesiva va generar los paliativos para eventualmente remontar ese error o aquella deformación impensada, o, las más de las veces, formular el analgésico adormecedor que le permitirá proyectarse en esos nuevos contextos sin sufrir –ni morir, digamos por ahora– en el intento. Como las sabrosas ranas que tienen la virtud de seguir nadando en agua que poco a poco sube de temperatura hasta terminar de cocerlas sin que se den cuenta, la sociedad cuenta con esa asombrosa capacidad de resiliencia que la acomoda al cambio sin mayor efecto aparente, hasta el momento al menos.

Verónica Aguirre y Nicolás Radic, jóvenes artistas de 25 años ambos, presentan una docena de obras recientes que dan cuenta de estos cuestionamientos. Cada uno ocupa un lenguaje distinto, Radic el hiperrealismo y Aguirre el abstracto, pero a poco ver empiezan a surgir afinidades que dicen relación, justamente, con los mecanismos de la entropía contemporánea. Para empezar, muy pronto los papeles metálicos de Radic se repliegan a la abstracción, algo que por lo demás está en sus intenciones: llevar el trompe l'oeil a la anulación de lo descriptivo. A su vez, Aguirre viene deshojando capa por capa imágenes figurativas de edificios que se desprenden como las hojas de una cebolla, proceso al final del cual, como sabemos, la cebolla termina por desaparecer. La artista detiene su metáfora a medio camino así como Radic deja sus pinturas suspendidas en la ambigüedad.       


De este modo, exacerbando un tratamiento no figurativo en apariencia, las formulaciones críticas de ambos expositores se manifiestan de manera subliminal antes que evidente, y es precisamente esta manipulación sutil la que refleja y pone en evidencia la existencia de escenografías acabadas y seductoras que disimulan, ya que no ocultan, la crisis subyacente en nuestro afán progresista. Al emplear un procedimiento análogo al de los eventos cuestionados, el discurso crítico de ambos artistas reflexiona no sólo en los contenidos de éstos sino en sus modos de operar.

Los mecanismos de trabajo de Aguirre y Radic ilustran de manera cabal sus propósitos discursivos. Tanto las intervenciones digitales de Aguirre como las pinturas de Radic se sustentan en la fotografía, incorporando así a sus obras un medio emblemático de lo contemporáneo. A diferencia de un pintor realista, Radic no puede trabajar del natural, en cuanto los reflejos de sus papeles metálicos son el paradigma de la volubilidad. Es imposible detener el ojo para fijar un reflejo; hay que detener el reflejo para que el ojo pueda guiar la mano en su intento por reproducirlo. De este modo, la manifiesta ficción de sus pinturas es concurrente con la ficción del devenir de nuestro tiempo, que sólo al congelarlo en alguna fracción azarosa nos permitiría eventualmente atisbar sus designios. Aguirre emplea a su vez la fotografía para registrar con fruición los imponentes planos y vertiginosos volúmenes de la arquitectura que inviste nuestros centros de poder ensalzando su anonimato global. La artista se deja llevar por la seducción de estas imágenes rutilantes, extrayendo segmentos que interviene digitalmente para enfatizar contornos o mutar interminablemente las superficies de sus revestimientos veleidosos. En este ejercicio, Aguirre trabaja con las herramientas de la pintura digital, incorporando así la ironía de un medio que a fin de cuentas se convierte en lo que no quiere ser e incidiendo con ello en las incongruencias de cada día.

Con elegancia y buena factura, con luminosidad y empatía visual, Verónica Aguirre y Nicolás Radic introducen subrepticiamente sus presentes griegos en la entelequia resiliente de nuestro tiempo.

Mario Fonseca
Santiago, mayo 2010